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El Credo de Buda

- No creáis en nada simplemente porque lo diga la tradición, ni siquiera aunque muchas generaciones de personas nacidas en muchos lugares hayan creído en ello durante muchos siglos.
- No creáis en nada por el simple hecho de que muchos lo crean o finjan que lo crean.
- No creáis en nada porque así lo hayan creído los sabios de otras épocas.
- No creáis en lo que vuestra propia imaginación os propone cayendo en la trampa de pensar que Dios os lo inspira.
- No creáis en lo que dicen las sagradas escrituras, sólo porque ellas lo digan.
- No creáis a los sacerdotes ni a ningún otro ser humano.
- Creed únicamente en lo que vosotros mismos hayáis experimentado, verificado y aceptado después de someterlo al dictamen del discernimiento y a la voz de la conciencia.

BUDA

2011/03/04

El barquero inculto

Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río, tomó una barca. Silente y sumiso. El barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el firmamento y el joven preguntó al barquero:

-Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
-No, señor –repuso el barquero.
Y el joven aseveró:
-Entonces, amigo mío, has perdido la cuarta parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
-Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
-No, señor, no sé nada de plantas.
-Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida –comento el petulante joven.
El barquero seguía remando apaciblemente. El sol del mediodía se reflejaba en las aguas del río. Entonces el joven dijo:
-Sin duda, barquero, y dado que llevas tantos años deslizándote por esta agua, sabrás algo sobre la naturaleza de la misma.
-No, señor. Nada sé al respecto. No sé nada de esta agua ni de otras.
-¡Oh, amigo! –exclamó el joven-. De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer aguas. No había forma de achicarla y se fue hundiendo. El barquero preguntó al joven:
-Señor, ¿sabes nadar?
-No –repuso el joven.
-Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.

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